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Jamás perderé el Norte

Una gallega que bajó hacia el sur, Madrid, sin perder jamás el Norte

Gran oportunidad, gran diferencia

Esta mañana en clase tuve la GRAN OPORTUNIDAD de leer un post bastante interesante que llevaba el título de: “QUIEN QUIERE, PUEDE”. Frase indiscutible, verdad verdadera. Porque siiiii queridos amigos, siiiii, quien quiere, PUEDE.

No hay excusas. Hasta he visto videos de una persona sin piernas y sin manos capaz de jugar al fútbol y más feliz que uno con el cuerpo entero. Siiii, amigos, siiii, quien quiere, puede.

Otra de las frases que me llamó la atención del post fue la de: “El cansancio… A mi sí que me cansa esa excusa, venga hasta luego”. No puedo estar más de acuerdo. Cuando quieres, y deseas algo, haces lo que sea. Es capaz de salirte una fuerza “sobrenatural” que te hace olvidar lo cansado que estás y coger con ganas a ese momento, o a esa persona…

Lo que sí que está claro es que “hay ocasiones en las que es verdad y las obligaciones nos llaman peeeero, como dice Woody Allen: “Las cosas no se dicen, se hacen, porque al hacerlas se dicen solas”.

Todo el mundo tiene 5 minutos (que qué son 5 minutos al lado de 24 horas) para hacer reír a carcajadas, dar un abrazo, un beso y para preguntar como ha ido el día. ¡OJO!, “detalles sin aviso y sin haberlos pedido, dato MUY importante”. No hay que valorar grandes cosas hechas “una vez al mes”, sino pequeños detalles “constantes” que marcan una GRAN DIFERENCIA.

Os dejo el post que tanto me ha gustado:

QUIEN QUIERE, PUEDE.

Vive

VIVE. La vida no son dos días ni puede ser maravillosa. La vida es un día y ya es maravillosa. Date a los demás. Es cuando mejor te sientes, seguro.

Céntrate en tus virtudes y defectos. Mejora cada día. Quita la palabra excusa de tus acciones. No sirve para nada.

No dejes que nadie, absolutamente nadie, destruya o haga pequeñas tus ambiciones. Si lo hacen es porque ellos no se ven capaces. Así que, dales las gracias porque te hacen más fuerte y te están retando. Los verdaderos amigos sueñan contigo. Tú eres el único que te puedes limitar y obstaculizar. No lo olvides.

Ponte metas imposibles. Así conseguirás las que creías que no podrías alcanzar. “Lo imposible tarda un poco más”. Ten presente la paciencia. Es la madre de las cosas buenas: “good things take time”.

Si las cosas no salen como quieres, no pasa nada. Tienes la suerte de volver a intentarlo. Una y otra vez. Una y otra vez. “Ever tried. Ever failed. No matter. Try again. Fail again. Fail better”. Aprenderás de ello y te harás, otra vez, más fuerte.

Sé tú mismo. Que te de igual lo que piense la gente. ¿Que más da? ¿Quién vive tu vida? ¿Ellos o tú? Toma las decisiones que creas oportunas para que te hagan mejor persona siempre y cuando intentes no perjudicar al resto.

A veces nos pasan cosas que no entendemos pero con el tiempo lo sabremos. El tiempo pone a todo el mundo en su sitio. Así que haz el bien y no mires a quien.

Y lo más importante de todo: “CON SENTIDIÑO”

 

Motivación, sal de tu zona de confort

Otro que acaba en -iño

Y sintió esa palabra. Palabra que cuando te la dicen sientes un escalofrío. O mariposas en el estómago. O sonríes como una tonta. O vas empanada por la vida. Es gratificante aunque no sea correspondido. Ella es el ENAMORAMIENTO. Esa fase del amor en la que idealizas a la persona y la ves perfecta para el puesto de “novio”. Puf, que digo novio, no por dios, que el se agobiaba hasta con la palabra ““amigo””.

Ella estaba dispuesta a todo. Haría un “all in” en toda regla. Tardó en demostrarlo aunque dice que todavía no lo ha hecho como debe ser. Mi gran amiga, me atrevo a decir quasi hermana, es la perfecta definición de chica guerrera. Esas chicas que van de duras y en el fondo son algodón de azúcar. Esas. Él era como un muro de piedra, hormigón y la obra entera. Le costaba sentir y padecer. A veces parecía que tenía horchata en las venas. Era muy suyo. Ella siempre le decía que era un soso. Él lo aceptaba. Ella siempre se metía con él por cualquier tontería porque los silencios todavía le incomodaban. A ella le imponía bastante. Cuando él se acercaba ella era puro nervio. No lograba entender el efecto que le causaba. Le encantaba.

A ella le gustaba mucho utilizar sufijos gallegos. Siempre supo que tenía una vena gallega. Sería de todo el tiempo que pasábamos juntas. Le encantaba decir su nombre acabado en –iño. Sentía que así una parte de él le pertenecía, al igual que se llevaba una parte de Galicia cuando volvía a casa.

De vez en cuando le traía de esos chupachups que dicen que van a “retirar del mercado”. A ella le apasionan. Él, sin embargo, habría matado por unos donuts clásicos o unas galletas rellenas de chocolate.

A ella le encantaba quitarle la cadena para darle un beso, aunque mejor, no hablemos de la cadena… Rara vez él decía lo que sentía. Ella fue tonta por no decirlo tanto como le habría gustado (aunque yo le hubiese advertido). Ella se quejaba de su falta de coraje, aunque hacía lo mismo. Ella cree que él nunca supo valorarla, y muchos menos valorar lo que ella estaba dispuesta a dar por él. Estaba apasionadamente loca por él. Loca. Esa es la palabra. Le volvía loca. Rara vez discutían aunque se retaban constantemente. Se lo pasaba pipa. Ella le amenazaba con que se chivaría. “Va no seas egoísta”. “Para que me pongo roja”.

Él era deportista, constante, curioso y un chulo. Pero un chulo de esos que cuando te quedas a solas con el desborda algodón de azúcar por doquier. Ella era un tornado a su lado. Quebrantaba toda su paz. Por fin ella escribe para decir que le ha superado. Que no pasa “naa…”. Que alguien la tratará como se merece. ¡Que ella es mucha mujer! Alguien que le diga lo que siente desde el minuto uno y se deje de tonterías. Porque estar enamorado es un regalo que pocos saben apreciar y disfrutar. La mayor parte de las veces se confunde con insignificantes detalles banales. Estar enamorado es querer a una persona con sus defectos y virtudes. Quererla de dentro hacia fuera. Intentar que mejore cada día. Y, sobre todo, cuando las cosas van mal, no darse por vencidos a la primera de cambio. Ahí es cuando realmente ves si estás enamorado o no… A veces hay que ceder cuando uno no quiere. Como decía San Agustín: “ama y haz lo que quieras”. Pero ahí todavía no ha llegado. Porque para llegar a amar hacen falta demasiados sacrificios correspondidos.

Otro amor que acaba en –iño. Ese –iño que no deja indiferente a nadie. Sólo pudo tener miediño de lo mucho que ella podía hacerle feliz.

Tal y como dijo su rapero: “todo nace y se marchita el amor muere y resucita”.

Nunca te vas de Galicia

Cuando vuelvo a casa después de un duro semestre es muy frecuente enfrentarme a una pregunta que siempre tiene la misma respuesta: “prefiero Galicia a cualquier otro lugar”. Y no es porque sea gallega, pero es que como miña terra nai, como decía Julio Iglesias, no hay nada.

La primera vez que me fui de A Coruña estaba encantada. Por fin “¡deixo a casa onde nacín, deixo a aldea que conozo por un mundo que non vin!”. Aunque no os creáis que me fui muy lejos. Ni más ni menos a 552,12 km de distancia, 6 horas casi 7 en coche o si lo preferís podéis cogeros un tren que es como atravesar el abismo de la muerte. A cualquier gallego que haya o esté estudiando en Pamplona esto ya no le resultará gracioso. Porque cuando lo sufres, ya no lo es.

Una de las maravillas de ir en ese dichoso tren, y no hablo irónicamente, es el paisaje. Lógicamente os hablo de el gallego. Cuando te vas ni te das cuenta de lo espectacular que es. Simplemente te vas de manera inocente con una sonrisa de oreja a oreja diciendo hasta pronto. La cantidad de fotos que podía haber hecho para National Geographic Channel. Y no estoy exagerando, no. Sin embargo, cuando volvía a casa estaba deseando que llegase la etapa de ríos, fontes, regatos… No es que tenga nada en contra del paisaje de Castilla eh… pero tampoco tengo nada a favor. Simplemente diré una cosa: meseta.

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La segunda parte de mi vida universitaria es la que estoy viviendo en Madrid. Una ciudad ecléctica en la que se juntan un sin fin de personalidades y estilos diferentes de los que te vas empapando e imitando hasta configurar tu propio yo. Muy cool todo. Pero es que Galicia es enxebre. Es pura, simple, y exenta de mezcla. Sólo tenemos un estilo, pero un estilo inconfundible. En cuanto nos oyes hablar ya lo sabes. Oír a un gallego es como una corriente de aire fresco en Bastiagueiro o San Jorge. Dos playas en las que tienes que tener cuidado de no salir volando. Y es que los gallegos somos así. Cuando conoces a uno prepárate porque siempre formará parte de tu vida.

Lo que sí que está claro es que empiezas a apreciar las cosas cuando las vas perdiendo o cuando ya no las tienes. Y esto es lo que me pasó con Galicia. Ella siempre dispuesta a recibirme y yo deseando irme de su lado. Por eso le pido perdón, perdón por no apreciar su comida aunque sea un trozo de pan de Neda o una empanada, perdón por no conocerle más, y sobre todo perdón por las veces que me ha despedido llorando y no me he dado cuenta.

Y como no, le doy las gracias por enseñarme a vivir sin perder el norte.